Os mostramos una de las viviendas que acabamos de reformar. Esta vez, se trata de una casa de campo en un pueblo de Toledo, que se encontraba en mal estado. Como el presupuesto con el que contábamos no era muy abultado, nos centramos en perseguir una casa de pueblo sin estridencias, en la que el encanto residía en su sencillez. Nada más, ni nada menos.

El inmueble ofrecía ciertos elementos con mucha personalidad, como sus suelos hidráulicos, que se conservaron. Las zonas en los que estaban muy deteriorados, o el pavimento era otro, sin valor, se completaron con cemento pulido en un tono gris claro, que hacía destacar aun más el encanto del suelo original, excepto en la cocina y en uno de los baños, donde optamos por un suelo tosco de garaje, mucho más oscuro.

La sencillez fue también la premisa en baños y cocina, donde la ausencia de alicatado es el elemento común en las tres estancias; lugares espaciosos, que buscan alejarse de lo convencional.

Los exteriores se trataron simplemente con un juego de pintura en dos tonos, blanco y gris, que juegan con el cemento original de la fachada. Algunas de las zonas se dejaron sin tratar, ya que el efecto que el paso del tiempo había producido en ellas, era un resultado mejor que cualquier intervención.

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